María Magdalena, es necesario que suba hacia el Padre... (Juan 20,1-18)

Publicado en por P. Roger Robert

“María Magdalena estaba junto al sepulcro, llorando”. Ese Jesús que María Magdalena amaba, estaba muerto. Llora por el gran vacío que hay en su interior. Su dolor es como un velo que le oculta lo que acaece ante sus ojos... A veces, la pena es tan fuerte que nos impide ver. María Magdalena debe ser capaz de superar esta pena, pero ¿cómo?

“Ella percibe a dos ángeles vestidos de blanco, uno sentado a la cabeza y el otro a los pies, en el lugar donde habían depositado el cuerpo de Jesús”. Su única razón de vivir era cuando estaba con él, en su resplandor, en sus palabras. Ella ya vivía de él, en él, pero ahora siente un desgarro dentro de ella. A causa de esa pena, de ese dolor, todavía no puede ver que está habitada por una gran ternura. La pena es tan fuerte que apenas puede ver a los ángeles. Son como los que antaño cubrían el Arca de la Alianza, uno a la cabeza y otro a los pies para expresar la plenitud de la Presencia, toda la Gloria de Dios que residía allí. Entonces los ángeles dijeron: “Mujer, ¿por qué lloras?” ¿Por qué esta aflicción que da vueltas en ti misma?

“Se han llevado a mi Señor y no sé dónde lo han depositado, si eres tú quien se lo ha llevado -le dice a alguien que está detrás de ella, a quien apenas mira-, dime dónde lo has dejado y yo me lo llevaré. Aunque solo tenga sus restos mortales, sigue siendo lo que le queda de su presencia”. Y mientras sigue llorando no ve esa presencia detrás de ella.

Pero es Jesús quien estaba allí. Cuando hay mucho dolor, ¿cómo se puede dar a conocer? Como Dios hace siempre, pronunciando nuestro nombre. El autor ha mantenido la fonética aramea: “Mariam”. Solo Jesús podía pronunciar este nombre que emana de su interior impregnado de toda esa ternura y reconocimiento. Es esta mirada de Jesús la que había salvado a María Magdalena de toda clase de extravíos, al revelarle su manantial interior.

Cuando Jesús pronuncia su nombre: “Mariam”, no es simplemente una identidad, sino que hace emerger del fondo de ella misma, Su presencia, que la sustenta y la sostiene. Jesús revela en su interior una gran profundidad, no está sola, está ya habitada. En el libro del Apocalipsis, San Juan nos dice que tenemos un nombre secreto y que solo la persona, es decir, cada uno de nosotros, recibe ese nombre secreto, ese nombre íntimo. Solo existe la persona y Dios.

Cada persona experimenta a Dios de una manera singular. No hay dos personas en la tierra que puedan tener una experiencia idéntica. Cada uno es alguien único. Muchos seres humanos aún no se han dado cuenta de ese hecho de ser únicos. A menudo quedamos atrapados en el anonimato de las multitudes, tenemos un rostro, pero la gente no presta atención, ese rostro les resbala. Pero cuando es Jesús quien pronuncia nuestro nombre, descubrimos una dulzura que los hombres no pueden generar. Es una dulzura, un toque íntimo de Dios que te invade por dentro, algo absolutamente sorprendente que nos permite vivir de verdad, sin miedo. Existe esta irrupción de Su presencia intensa, amorosa e infinitamente suave y sabes que nunca podrás separarte de ella. Jamás. Porque nuestro corazón ha sido visitado por Él, le hemos escuchado, ha hecho resonar en nuestra precaria existencia un sentimiento de afecto que ha estado ahí desde siempre y para siempre. 

El afecto de María Magdalena se manifiesta en un doble impulso, quiere llevarse a Jesús y él le dice: “No me retengas, espera, espera, todavía no he subido al Padre, no puedes acogerme como me acogías antes, porque es mi Padre quien expande mi presencia en el corazón de cada ser humano. Subo hacia mi Padre y vuestro Padre".

“Subo” significa que Jesús entra en la plenitud de la Presencia de su Padre. Ahora le está diciendo a esta mujer-discípula que lo ama: “Solo el Padre puede hacerme aparecer en vuestro corazón”.

Jesús es el Don de Dios. “Tanto amó Dios al mundo que nos dio a su Hijo, para que todo el que crea en Él no perezca”. Cuando entramos en contacto con Jesús, descubrimos cómo el Padre desliza dentro de nosotros esta mirada maravillada hacia su Hijo. En lugar de mirarlo desde fuera, recibimos la mirada de Dios que nos dice: “Os confío a mi Hijo" y nos lo da a cada uno de forma única. Solo acogiendo a Jesús, cuya Presencia hace emerger en nosotros el Padre, podemos escuchar estas palabras. “Mi Padre es vuestro Padre. Un día lo descubriréis”. Él es la fuente original y “originaria” de cada uno de nosotros.

Jesús dice: “Ahora ya sabéis quién es Dios, es mi Dios y vuestro Dios”. Su Dios es nuestro Dios. Toda su vida, todo lo que hizo, todo lo que dijo, toda su persona nos dice quién es Dios.

“Vete donde mis hermanos y diles...” Así que María Magdalena, conturbada, corre a decírselo a los discípulos. ¿Qué van a entender? Cuando no se ha hecho esa experiencia, solo se oyen palabras. Pero perciben el rostro de esta mujer. Una belleza radiante, el tono de voz de esta mujer desconsolada ahora está habitada, esto provoca un impulso en Pedro y en Juan que les hace ir al sepulcro.

Solamente entra Pedro. ¿Qué es lo que ve? Algo que le llena de asombro: lo que cubría el cuerpo de Jesús, las vendas que sujetaban sus miembros, el gran sudario sobre el que se había colocado su cuerpo, todo está allí. Como si el volumen que ocupaba su cuerpo hubiera desaparecido... Y los lienzos están plegados sobre sí mismos. Solo el que identifica a la persona está a parte, ese paño que se colocaba alrededor de la cara para mantener la boca cerrada y guardar la huella, se cuidaron de enrollarla bien. Para un judío, un lienzo enrollado así, evoca inmediatamente la Torá, la Biblia.

Juan, el discípulo amado, ve este paño que le cubría el rostro, enrollado como los rollos de la ley. Entonces entra porque descubre que ya no se trata de un texto escrito a través del cual tendríamos acceso a Dios, es el rostro de Jesús que es la única revelación de Dios.

 

Roger Robert
Domingo de Pascua, 16 de Avril de 2017

 

Traducción del francés al español:  Beatriz Simó y Pilar Sauquet

"Parole d'Amour de notre Père", CD Tissage d'or 3 (Communauté de la Roche d'or)

Para estar informado de los últimos artículos, suscríbase:
Comentar este post