María, pobre de Yahvé, obsesionada por la salvación del mundo...

Publicado en por P. Florin Callerand

María llevaba una vida ordinaria, y fue en el día a día de su existencia como pudo, gracias a la inspiración del Espíritu, entrar en lo extraordinario de esa misma vida ordinaria; hasta el punto que, como se podría decir, María no pasó por alto el verdadero sentido de lo que le tocaba vivir.

Del hecho que María estuviera presente en los días de la Pasión, no tenemos muchos detalles ni precisiones en los Evangelios, salvo que por el Evangelio de San Juan sabemos que María estuvo presente “pegada a Jesús” en la Cruz. No pudo haber llegado allí en helicóptero o autobús aéreo, de repente, al Calvario, en la tarde del Viernes Santo, para encontrarse con San Juan. Como dicen los sinópticos, había todo un grupo de mujeres, auténticas discípulas, que caminaban con Jesús y es muy probable que María estuviera con ellas, cuando sabemos que después de Caná no volvió a Nazaret, sino que siguió los pasos de Jesús hacia Cafarnaúm, y que el plural enunciado en ese famoso versículo (Jn 2,12), nos dice: “Pero no se quedaron allí muchos días”. Esto significa que María se fue de Cafarnaúm con Jesús, y aún más lejos, para la evangelización... No cabe duda de que María fue una solícita compañera de los acontecimientos de la vida de Jesús. Así que estas son las cosas que fundamentan nuestra relación con ella. Le pedimos a la que fue testigo en primer grado, que nos ayude a penetrar en el significado de las palabras y de los acontecimientos.

Desde la infancia de Jesús, hay cosas que son absolutamente cruciales: por ejemplo, en el momento de “La Presentación de Jesús en el Templo”, en el capítulo 2 del Evangelio de San Lucas (Lucas 2,22-40), el conocido encuentro con el anciano Simeón, en el que se repite hasta tres veces que está “impulsado por el Espíritu Santo, lleno del Espíritu Santo, que hablaba en el Espíritu Santo”

Ahora bien, ¿qué le dice a la Virgen María?

 Este niño está puesto para caída y elevación de muchos en Israel, y para ser señal de contradicción, ¡a ti misma una espada te atravesará el alma! - a fin de que queden al descubierto las intenciones de muchos corazones”.      

Estas palabras proféticas merecen ser profundizadas ¿Qué significan? Lo primero que hay que decir, es que María -su "Magníficat" es la prueba, la confidencia que ella nos ofrece es auténtica- pertenece a esa categoría religiosa y social llamada “Pobres de Yahvé”. Los Pobres de Yahvé son personas que, desde lo hondo de una pobreza real, auténtica, se aferran a Dios, sabiendo que Dios nunca les abandonará.

Observamos una peculiar confluencia en el Templo de Jerusalén que nos muestra el encuentro de María y José, Pobres de Yahvé, con el profeta Simeón, Pobre de Yahvé, y con la profetisa Ana, que llega justo después. Ahí se encuentran los cuatro, pero según la profetisa Ana, descubrimos que había muchos más que también “esperaban la liberación de Jerusalén”. Para estos Pobres de Yahvé, el sueño que les atenaza es el corazón de los hombres y de todos los hombres... Este es el significado de la palabra: “de muchos”. En el lenguaje bíblico, es una forma de decir: “Todos”. “Muchos” quiere decir todos los hombres.

Los pobres de Yahvé son personas habitadas, obsesionadas por la salvación del mundo. Les inquieta. ¿Cómo lo hará Dios? ¿Cómo se las apañará para que todos los hombres lo conozcan tal como es y cómo les dará un acto de libertad de amor que avance hasta la nupcialidad?

Simeón después de bendecir a María, a José y al niño, exclama: “He aquí que este niño provocará la caída y la elevación de muchos en Israel”.

El profeta Simeón anuncia que los que caen son los mismos que van a levantarse. Lo que significa que la Revelación que va a traer el Hijo de Dios es algo increíble. Cuando se está inmerso en el espíritu de afán de poder, cuando se está inmerso en la mentalidad regocijante, cuando se está inmerso en la codicia, cuando se está inmerso en el espíritu de la supremacía, de la dominación y del orgullo, ¿cómo no caer? Pero, ante lo que Jesús nos desvela de Dios, lleno de mansedumbre y de humildad, solo caemos para levantarnos de nuevo.

Esto es lo que le fue dado a María desde el principio de su vida, a propósito de su hijo:  Él viene a “limpiar la casa de Dios”. Limpiar la casa de Dios, supone notorios barridos, que conllevan una serie de drásticos cuestionamientos y luego, vendrá el levantamiento liberador de la conversión.

María sabe que está comprometida en el gran combate de Dios por la salvación de todos los hombres, es decir, que todos los hombres lleguen a ser sus hijos. Esto será arduo: “A ti misma, una espada te atravesará el alma”. Por ello, este Pobre de Yahvé, el profeta Simeón tiene que anunciar esto a María, para que no se sorprenda cuando llegue el acontecimiento y que esté preparada. María ha llevado una vida grandiosa: será capaz de perdonar a los asesinos de su hijo y así cooperar en la revelación de quién es Dios en su capacidad de dar, por encima de toda medida el “perdón”. Pero era conveniente que lo supiera desde el principio y que José lo escuchara también. ¡En qué aventura se había embarcado Dios! ¡En qué aventura María y José se habían embarcado con el Hijo de Dios recién embarcado también!

Y la última palabra de este pasaje: “A fin de que queden al descubierto las intenciones de muchos corazones, “de muchos", "de la multitud”, de la totalidad de los seres humanos. Ahora, lo que vamos a ver, en el capítulo 23 de San Lucas, es que las multitudes que presenciaron la muerte de Jesús, que escucharon sus magníficas palabras de anhelo hacia el Padre y de capacidad de perdón universal a sus asesinos, vuelven a Jerusalén golpeándose el pecho. Lo que convierte a la humanidad es descubrir que Dios posee tal capacidad de amor.
 

Florin Callerand
28 de marzo de 1997


Traducción del francés al español:  Beatriz Simó y Pilar Sauquet

"Marana Tha, ô mon Seigneur, viens !", CD Tissage d'or 3 (Communauté de la Roche d'or)

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